“Si
quieres aprender, enseña”.
Marco
Tulio Cicerón (106 a.C.- 43 a.C) Escritor, orador y político romano.
Muchos padres y madres acuden a consulta con niños y adolescentes, planteando problemas en la convivencia que, en la mayoría de los casos, son debidos a la falta de normas claras en casa.
Pretendo aportar, desde aquí, unas cuantas pautas para marcar esos límites necesarios en nuestras relaciones familiares, al igual que necesitamos un código civil o un código de circulación para que se establezca un cierto orden en nuestra vida en comunidad. No es necesaria una larguísima lista de normas que todos sabemos que no se cumplirán. Es mucho más efectivo establecer solo cuatro o cinco límites básicos y ser más flexibles en lo demás para poder adaptarnos a los cambios que mostrarán los niños a lo largo de su desarrollo.
Así pues, aquí os detallo la manera más efectiva de marcar límites en niños y adolescentes, con algunos ejemplos que, espero, ayuden a entenderlo mejor:
1.- El mensaje o la norma debe
centrarse sobre la conducta
Si
queremos que un niño haga o deje de hacer algo, hay que decírselo con
claridad, centrándonos en lo que queremos que haga o deje de hacer, es
decir, en la conducta en cuestión, no en la actitud o en la valía del niño.
Ejemplo:
si el niño nos interrumpe cuando estamos hablando con otra persona, habría
que decirle “Espera a que termine de hablar” o “No me interrumpas cuando hablo
con otra persona”, en vez de “No seas pesado” o “Compórtate como un niño
mayor”.
2.- Ser
lo más concretos posible
Pedir las cosas que queremos de ellos de la forma más precisa
posible. Normalmente nos vamos por las ramas a la hora de pedirles que hagan
algo o damos más de una orden a la vez, lo cual perturba al niño, no entiende
ni procesa la información y por tanto no puede cumplir con lo que se le pide.
Ejemplo: Daniel, quítate la ropa, échala a lavar y métete al baño,
esta orden sería del todo inadecuada, y más para los pequeños ya que no pueden
procesar más de una tarea a la vez. Probablemente además se lo digamos desde
otra habitación de la casa, sin comprobar si está centrado en lo que le estamos
diciendo o está en otra cosa…
Lo correcto sería ponerse delante de él, bajarnos
a su altura para comprobar que nos mira y pedirle: Daniel, ve quitándote la
ropa, por favor.
Otro
ejemplo con adolescentes sería la hora de establecer el horario de llegada
a casa de
un adolescente habría que concretar, por ejemplo: "Vuelve a casa antes de las
10". No sería adecuado el mensaje "Vuelve pronto" o "No llegues tarde".
3.- Hablar con calma, no hace
falta gritar
Dar las órdenes o instrucciones
en un tono de
voz normal puede trasmitir más firmeza que dar un grito, que sólo significa que
se empieza a perder el control de uno mismo. Y seguro que no es eso lo que queremos que aprendan...
4.- Si es necesario, fijar la consecuencia que traerá
consigo el incumplimiento de la norma o límite
En el ejemplo anterior del
horario, si pensamos que el adolescente puede saltarse la norma sería bueno el
recordarle la consecuencia: "Ya sabes que si llegas más tarde de las 10, el
próximo sábado no podrás salir".
Con niños más pequeños,
simplemente consistiría en retirarle un refuerzo potente para él si incumple la
norma, por ejemplo, no vería la tele ese día.
5.- Y lo más importante: actuar en consecuencia.
Un límite es firme si siempre lleva aparejada la consecuencia. La
consistencia es el punto más importante del establecimiento de
límites: cuando el niño sabe que siempre sus padres actúan como han
acordado, tendrá en cuenta la norma y la respetará. Si ve grietas o que algunos
días se relajan los padres (o uno de ellos) en aplicar la consecuencia, nunca
interiorizará ese límite y seguirá probando hasta donde puede llegar.