sábado, 26 de septiembre de 2015

Decidiendo desde el miedo



El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.

Aldous Huxley



El miedo nos condiciona en este viaje que es la vida mucho más de lo que creemos. Como emoción básica, es necesaria para la supervivencia, pero lo cierto es que, sin saberlo, le damos mucho más protagonismo y funciones de lo necesario. De hecho se convierte en ansiedad (esa energía que no tiene en qué ocuparse) y acabamos por sentir aprensión y angustia cada vez que tenemos que enfrentarnos a una nueva situación, tarea o relación. En definitiva, cuando nos vemos obligados a salir de la famosa "zona de confort", esa en la que todo es familiar y conocido, nos sentimos completamente adaptados aunque sea a situaciones evidentemente negativas para nosotros.
 
Aprendemos por la vía del miedo, desde pequeños escuchamos frases letales como "si no haces esto, me enfadaré", "si no duermes ya, vendrá el coco".
Cuando vamos creciendo, el asunto no mejora y ya la experiencia y la sociedad nos advierte que no podemos equivocarnos, el error es denostado y señalado como falta en vez de como experiencia de aprendizaje. En las relaciones personales también funciona así, mantenemos relaciones tóxicas y dolorosas basadas en la manipulación y sustentadas en el miedo a la soledad, a que no nos quieran, al abandono... miedos aparentemente más superficiales que forman parte del gran y demoledor, el heraldo, el profundo e intenso miedo al vacío, a no SER.
 
 
 
Es importante tener presente que tomamos muchas decisiones en función del miedo y no de lo que anhelamos. Nos empuja el temor a las consecuencias en vez de la búsqueda de lo que realmente queremos.

¿Cómo podemos gestionarlo para que no nos bloquee ni nos inhiba? Debemos discernir entre el miedo que nos impide avanzar y el que nos protege. Aquí interviene también la intuición, esa capacidad que todos tenemos desarrollada en mayor o menor medida y que nos proporciona información para tomar decisiones.
 
Escuchar a la razón es importante pero al final, las decisiones las tomamos con las emociones (la etimología de la palabra emoción, lo explica, la emoción es lo que empuja a la acción). En la intuición confluye todo la información consciente y subconsciente sobre la decisión que tenemos que tomar o la acción que debemos emprender: lo que sabemos, lo que creemos, lo que sentimos y lo que pensamos.
 
La pregunta que cabe hacerse es: ¿va a ser el miedo el que condicione mi vida? ¿el que decida qué experiencias vivo y cuales me perderé? Como punto de partida, tener conciencia de la existencia de esos miedos, poder pronunciarlos, escribirlos, hablar de ellos, expresarlos en fin, es el primer paso para gestionarlos.
 
A menudo se produce un autosabotaje, nuestra autoestima está tan mermada por la angustia y el miedo que acabamos convirtiéndonos en nuestros mayores escollos a la hora de actuar, de atrevernos a SER.
Culpamos a la sociedad, a la pareja, al trabajo, a nuestra educación, a mil y un agentes externos sin hacernos cargo de nuestra situación. Otra vez la ceguera que infunde el miedo a la libertad (somos libres para elegir en todo momento) nos impiden responsabilizarnos y avanzar por donde realmente queremos. No nos atrevemos a mirar de frente a nuestros miedos como tampoco nos atrevemos a aventurarnos hacia nuestros anhelos.
Es necesario prestar atención a las etiquetas que nos ponemos, los juicios que emitimos sobre otros, las creencias inoculadas desde la infancia que ya tenemos incorporadas y llevamos como losas que nos impiden avanzar. Se torna acuciante, cuanta más angustia vital sentimos, retornar a nuestra esencia, descubrir nuestro "yo" más auténtico y reivindicarlo.
 
La reafirmación sin ego, la seguridad en uno mismo, la intuición como guía, la certeza del cambio como única constante, el error como forma de aprendizaje y avance, la incertidumbre como compañera de viaje...estos son algunos de los elementos necesarios para el discernimiento. Apoyarse en ellos y no dar toda la atención y la energía al miedo es una forma de tomar las riendas de la propia vida.
 
Nada de esto garantiza la felicidad pero al menos podremos decidir con plenitud de facultades, sin que sea la ansiedad o el temor lo que nos guíe por el camino de la vida.