domingo, 2 de junio de 2013

Efecto Bandwagon: el gregarismo adolescente




"La juventud, aun cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo."
William Shakespeare


He comentado aquí algunas veces, lo interesante que me resulta la etapa adolescente desde el punto de vista psicológico. Una fase llena de cambios físicos evidentes acompañados de una montaña rusa emocional, plagados de contradicciones y de rebeldías. Se acerca el momento en que me enfrente a esa etapa como madre y aunque me parece un reto fascinante, también me inquieta el enorme poder que el grupo tiene en los adolescentes.

Hace poco leí una noticia que me impactó mucho, hablaba de la nueva moda de utilizar tampones empapados en vodka que se había impuesto entre grupos de adolescentes y que, por supuesto había llevado a algunas de ellas a situaciones de alto riesgo para su salud. Esto me hizo reflexionar sobre el "efecto bandwagon" o lo que es lo mismo, "subirse al carro" que tan bien funciona entre los adolescentes, en moda e incluso en política. Dicho efecto se basa en que cuanta más gente haya adoptado una conducta, más probabilidades hay de que otros muchos se dejen llevar por ella sin importar consecuencias ni valorar peligros o méritos del hecho en particular.




Es importante entender, que en la adolescencia nos enfrentamos a una necesidad urgente de responder a una nueva realidad física y social. Como físicamente ya no son ni se sienten niños, empiezan por probar nuevas conductas (así aprendemos todo, por ensayo y error). Saben que tienen que adaptarse a esa nueva anatomía y también se genera en ellos un poco de nostalgia por lo que dejan atrás, su contradicción básica es que exigen ser tratados como adultos (se sienten así) pero se siguen portando como niños (en parte lo siguen siendo), generando en ellos mismo y en todo su entorno una confusión extrema basada en la lucha de unos por controlar y tratar de entender (los padres) y la defensa de otros de su libertad, su capacidad de expresión y su autocomprensión (los hijos).

En todo este maremágnum de emociones y sentimientos encontrados, los adolescentes encuentran un remanso de paz entre sus iguales. Es con su grupo y alejándose del núcleo familiar del que ya creen conocer todo, donde buscan su propia identidad. Hasta ahora, la imagen que tenían de sí mismos era la que les proyectaban sus adultos más cercanos: padres, familiares y profesores. En la adolescencia, lo que más les importa es lo que sus amigos piensen de ellos, sentirse plenamente integrados en su grupo. Hasta tal punto es importante, que su autoestima está sujeta a esa aceptación, de ahí el gregarismo imperante en esta etapa de la vida.
Como afirmó Françoise Dolto, "para los adolescentes, el colectivo es un refugio y un sustituto de la confianza en uno mismo". Buscan la salida del grupo familiar, nuevos valores e ideales diferentes a los de sus padres. También es en su grupo donde viven las primeras experiencias amorosas y se van abriendo a una nueva vida social.




Todo este proceso se vive por parte de los padres como algo extraño e incomprensible, sienten alejarse al niño y no terminan de reconocer al adulto que se cierne. Esa lejanía es dolorosamente necesaria, forma parte del crecimiento y de la búsqueda de sí mismos. Y ya que es inevitable, los padres podemos mejorar nuestra actitud al respecto.

Breves sugerencias para sobrellevarlo
  • Como siempre comentamos, una primera base es la comunicación, si siempre fue fluida, al menos no se cerrarán en banda y habrá muchos asuntos que puedan hablarse aunque también tendremos que aceptar que como padres, no sabremos todo, ni controlaremos todo ni nos contarán todo.
  • Aunque parezca una obviedad, ahora más que nunca debemos mostrarles nuestro amor. El amor entendido como sentimiento de aceptación buscando siempre su bien. Ellos perciben esa incondicionalidad  y aunque haya un periodo de "separación" con sus padres, esa base amorosa es siempre el hogar al que regresarán.
  • También es importante que no juzguemos en exceso, sus parámetros están ahora en plena evolución y en ocasiones tienen que encontrar sus propios caminos. Rememoremos nuestra adolescencia, eso ayudará a comprender...
  • Es importante también que haya una confianza mutua, que infundamos en ellos algo de optimismo y alegría, y en estos tiempos hostiles más aun. Si andamos constantemente dudando de ellos, acabarán ocultándonos cosas importantes. Aunque nos defrauden en algunas ocasiones, tenemos que seguir mostrándoles nuestro apoyo, que sientan que apostamos por ellos. Sólo equivocándonos encontramos nuestras soluciones.
  • La confianza que ellos tengan en nosotros depende en gran medida de nuestra consistencia a la hora de poner en práctica las normas establecidas y las consecuencias de no cumplirlas. Si ellos nos ven dudar o desfallecer, perderán la confianza en nosotros. La inseguridad en los padres les crea una angustia tremenda. Si nos encuentran impredecibles y débiles...¿cómo van a confiar? Cumplamos lo que decimos.
Desde luego nada de esto es infalible, pero con la ayuda de estas pequeñas pautas y la conciencia de que esta fase gregarista dará paso a otra más madura, nos ayudará a gestionarlo más sabiamente. Para comprender mejor esta etapa, estaría bien no dejar escapar el niño inquieto y juguetón que una vez fuimos, y recordar que "yo también tuve 20 años y un corazón vagabundo".

Os dejo un video en el que se plasma la máxima contradicción adolescente, quieren ser ellos mismos, únicos e irrepetibles pero "subiéndose al carro" de todas las modas y corrientes propias de sus iguales...esquizoide, no? Efecto Badwagon

También os parecerá seguramente muy interesante este experimento que quiero compartir sobre conformidad grupal para que veais lo potente que es la influencia del grupo ( no sólo en los adolescentes).