Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida.
Anónimo
Anónimo
El pasado sábado recibí uno de esos fantásticos e inesperados regalos de la vida. Iba a tomarme un café con mi buen amigo Manuel en un lugar precioso, un café-librería llamado "La fugitiva". Cuando entramos, ví sentado en una de las mesas a Fernando Savater, todo un referente para mi en el mundo de la educación y la filosofía. Inmediatamente quise hablar con él sobre el libro que estaba leyendo "Ética de urgencia", pero la verguenza me superaba.
Justo en ese momento se levantó y subió a la tarima que la librería prepara cuando los autores quieren presentar su obra a los lectores. Nosotros no sabíamos que allí, a esa hora, Savater iba a charlar sobre su obra con las apenas 15 personas que estábamos ahí. En cuanto se sentó y nos sonrió, me entregué a la sencillez de sus palabras, a su fino sentido del humor, a su sabiduría y al sentido común que desprende a la hora de hablar de muchos temas de actualidad: educación, crisis, capitalismo, redes sociales,igualdad...
Explicaba algo que puede sonar políticamente incorrecto pero con lo que coincido plenamente: debemos educar para la independencia y el pensamiento libre, esas deberían ser las bases. A lo largo de mi experiencia clínica, he podido comprobar lo dañinas y contaminantes que son las relaciones de dependencia emocional. Claro que tenemos que ayudar y orientar a nuestros hijos, pero hay una tendencia muy fuerte a hacerles las cosas sin hueco para que puedan aprenderlas, con el tiempo y a medida que van haciendose mayores, tienen cada vez más capacidad para hacer y pensar por si solos aunque estemos siempre ahí para guiarles. Pero hay algo más tremendo, y es la dependencia que los padres desarrollan hacia sus hijos, cargándoles así con una mochila emocional llena de miedos y expectativas que no son suyos, sino herencia de unos padres inseguros, asustados y dependientes. No quisiera con esto echar la culpa de todos los males a los padres (cuestión que muchas veces se me reprocha), sino invitar a una reflexión íntima para el autoconocimiento. Si empezamos por ser conscientes de algunos aspectos que podemos mejorar y nos ponemos a ello, veremos como todo alrededor empieza a moverse, se trata del simple pero potentísimo "efecto mariposa".
He visto niños y niñas que, desde muy temprana edad se sienten en el deber de corresponder a determinadas expectativas de cariño o bien que directamente piden a gritos a sus padres que les pongan límites. Son niños que se sienten muy inseguros porque quienes les rodean no son firmes y no les dan confianza. Algunos padres y madres se niegan a aceptar que no siempre podemos caer bien a nuestros hijos, que no somos sus "coleguitas" y que nuestra labor es otra: somos la brújula que orienta en este mar caótico que es la vida, los límites constituyen la barandilla que necesitan para no caer en el vacío.
Decía Savater que, cuando habla con adolescentes y jóvenes, les dice que no se fien siempre del que les da la razón, que educar es de algún modo frustrar para que el otro crezca. Los educadores somos como esa pared que necesita la enredadera para crecer, ese apoyo y guia fundamentales para que sigan su camino. Diferenciaba entre dictadura y autoridad, explicando que el dictador quiere mantener siempre a la gente como niños, sin capacidad ni libertad de pensamiento. En cambio la autoridad ayuda al niño y al joven a rebelarse contra lo que no quiere y a luchar por lo que cree.
Me gusta especialmente cuando habla de las redes sociales, en la necesidad esencial que supone educar a nuestros menores en esos ámbitos. Cuando los jóvenes le preguntan su opinión sobre Twitter, por ejemplo dice: "Cuando una persona se configura para expresarse en 140 caracteres, cuando se habitúa al dicterio o al insulto, pierde la capacidad para la argumentación, que es la médula del pensamiento. Creo que sería bueno que la educación presentase cierta resistencia a este tipo de comunicación y siguiese formando a los alumnos en la argumentación".
Desde luego, no se trata de demonizar a las redes sociales, a las que siempre he defendido como una fantástica herramienta de difusión de ideas y comunicación con semejantes, sólo creo que no hay formación previa para enfrentarse a un mundo tan complejo y peligroso (sobre todo para los menores) en el que esconderse tras una pantalla e inventarse una personalidad puede llevar a algunas personas de mala fe a cometer todo tipo de tropelías: acoso, maltrato psicológico, etc.
Os recomiendo vivamente la lectura de "Ética de urgencia" y si teneis hijos adolescentes, os animo a que lo leais conjuntamente ya que se trata de una lectura muy amena en forma de preguntas que le hacen los chavales y sus respuestas. Podría constituir un estupendo ejercicio de comunicación y debate sobre temas que seguro les interesarán a vuestros hijos.